viernes, 14 de marzo de 2014

Nos pasamos al mundo de la música

Hola a todos, sé que llevamos mucho tiempo sin escribir, demasiado, pero nos ha sido imposible, nos hemos centrado en el mundo de la música y nos gustaría compartirlo con vosotros.

Aquí teneis nuestra página, os esperamos
https://www.facebook.com/itsmaking

domingo, 7 de octubre de 2012

Capitulo 11

La verdad duele


Se acercan con sigilo a la estúpida del fuego y la matan sin miramientos. Buscan algo útil entre sus cosas pero lo único que tiene es un montón de hojas secas y una piedra.
-Será mejor que nos vayamos para que puedan llevarse el cadáver antes de que empiece a apestar- dice Cato después de limpiar su arma en el suelo.
Los demás están de acuerdo y emprenden la marcha. Se acercan a la muerta de hambre del 12. Están tan cerca que de haber salido el sol ya la verían. Incluso sólo con que miraran hacia los árboles la tendrían a tiro. Pero se paran en seco. ¿Ahora qué, Cato?
-¿No tendríamos que haber oído ya el cañonazo?
Es cierto, no ha sonado el cañón indicando su muerte. Compruebo el sistema, sigue viva. Su corazón late muy despacio y está perdiendo una cantidad de sangre considerable pero aún vive. Debe de estar sintiendo como su vida se va perdiendo con cada gota de sangre que se derrama fuera de su cuerpo...
-Diría que sí, no hay nada que les impida bajar de inmediato.
-A no ser que no esté muerta.
Vuelvo a la realidad y les animo desde aquí a que la dejen desangrarse hasta morir.
-Está muerta, la he atravesado yo mismo- dice Cato con fiereza.
Este chico nos va a dar mucho juego este año. Quizá tengamos al ganador de este año ante nosotros.
-Entonces, ¿qué pasa con el cañonazo?
No me termina de gustar su compañera de distrito, Clove se llama. Es demasiado quisquillosa y testaruda, habrá que arreglarlo antes de que sea demasiado tarde.
-Alguien debería volver y asegurarse de que está hecho- propone el chico del 1.
"No hagáis nada" quiero gritarles. "Dejarla morir lentamente".
Empiezan a discutir sobre qué hacer hasta que uno de los tributos silencia a los demás.
-¡Estamos perdiendo el tiempo! ¡Iré a rematarla y seguiremos moviéndonos!
No me lo puedo creer. Ese era el chico amoroso, el cara de pan. Al fina si que va a tener agallas y todo. Tras un primer plano de la estúpida revolucionaria y su cara de incredulidad, las cámaras le enfocan mientras vuelve junto a la muchacha. Se arrodilla ante ella. Todo Panem ve cómo ella entreabre los ojos e intenta levantar una mano sin apenas fuerza.
-Lo siento- murmura él antes de clavarle un puñal en el corazón. El cañonazo suena al instante.
Las cámaras vuelven a los profesionales. Están hablando del chico amoroso.
-¿Por qué no lo matamos ya y acabamos con esto?
-Deja que se quede. ¿Qué más da? Sabe utilizar el cuchillo.
-Además, es nuestra mejor baza para encontrarla.
Están hablando de la estúpida con nombre de planta. Me pregunto qué les habrá contado exactamente Cato.
-¿Por qué? ¿Crees que la chica se ha tragado la cursilería romántica?
-Puede. Parecía bastante simplona. Cada vez que la recuerdo dando vueltas con el vestido me dan ganas de potar.
No eres la única.
-Ojalá supiéramos cómo consiguió el once.
-Seguro que el chico amoroso lo sabe.
Guardan silencio cuando le escuchan acercarse. Vuelven a cambiar de plano y todo Panem disfruta de una imagen aérea bien nítida en la que se ve a la estúpida, a los profesionales y al cara de pan.
-¿Estaba muerta?- pregunta mi chico.
-No, pero ahora sí. ¿Nos vamos?
Se alejan del árbol de la estúpida al despuntar el alba y vuelven a su campamento base.











viernes, 17 de agosto de 2012

Concurso 1

  • En qué consiste
Consiste en hacer una descripción del personaje y una breve historia de como nos imaginamos la vida del mismo.

  • Datos que os damos
Se puede hacer sobre un chico o una chica. El chico se llama Perls Brawn y la chica Laira Grow. Podéis hacer que se conozcan entre los dos, que no, nombrar solo a uno, inventar más personajes... a darle vueltas a la imaginación.

  • ¿Quién puede participar? 
Todo aquel que quiera.

sábado, 21 de julio de 2012

Capítulo 10 (Editado)

Día 1
-Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!- exclama Claudius Templesmith.

Los tributos están en sus círculos metálicos expectantes. Tienen sesenta segundos hasta que las minas que rodean la Cornucopia se desactiven, lo que les da tiempo para ver el terreno a su alrededor (un pequeño regalo de despedida). Cada uno mira a un lado distinto hasta que localizan su destino. 

10, todos observan las pantallas casi sin pestañear, 9, en cada distrito, 8, cada familia, 7, cada persona, 6, cada ser que conoce, 5, o no, 4, a alguno de los tributos, 3, miran expectantes, 2, dolor, lágrimas, sufrimiento, 1... Ya no hay marcha atrás. Suena el pitido que da inicio a la lucha. La mayoría de los tributos corren hacia la Cornucopia donde se han colocado estratégicamente un montón de mochilas y armas de las que dependerá la supervivencia del que lo coja. Varios tributos, entre ellos el grandote del 11, corren hacia el bosque, el lago y el campo de trigo huyendo de la acción. Hacen mal. Puede que la Cornucopia sea un baño de sangre pero si te internas tú solo en el bosque sin nada más que tu ropa lo más probable es que mueras. Además ¿qué gracia tiene que huyan para morir de frío o de hambre? Lo interesante es que se maten entre ellos, que luchen y mueran.

No llevan ni una hora y la tierra de alrededor de la Cornucopia ya está teñida de sangre. Aunque muchos han matado es Cato quien ha matado a la mayoría de los tributos que yacen sin vida, y ahora mismo está luchando contra otro que cae muerto a sus pies. Él junto al resto de profesionales entran en la Cornucopia y cogen lo que les place. Me he encargado personalmente en los últimos minutos de que añadieran un par de regalitos. El arco sencillo plateado está ahora en manos de la chica del Distrito 1, Glimmer, que no es capaz ni de acertar en un blanco fijo. Cato se acerca a mi regalo. Frente a él, en una de las paredes interiores de la Cornucopia, hay todo un repertorio de espadas. No son como las de los entrenamientos, éstas son más grandes, pesadas, manejables y mortales que las que hay en el centro de entrenamiento. Cato se acerca a ellas y la cámara le enfoca mientras con una sonrisa elije su arma.

-Ahora sí pueden empezar los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre.- dice en un susurro lo bastante alto para que lo oigan las cámaras mientras coge su espada.

Se ha decantado por la más grande de todas, una espada de estilo antiguo con una hoja plana pero fuerte una empuñadura de cuero negro, la guarnición de oro bruñido y el pomo redondo con el sello del Capitolio. La levanta y la sopesa con cuidado. De un sólo movimiento rompe la mesa de madera dónde están los carcajs llenos de flechas. La mayoría de flechas quedan esparcidas por el suelo y los carcajs se parten cuando el segundo mandoble se dirige a ellos. Clove, la compañera de Distrito de mi chico, se acerca a él y le sonríe.

-Vamos a por el resto- le apremia.

Vaya, parece que la subestimé, al final va a ser tan sangrienta como Cato. Sin embargo él rehusa su petición y ordena a los que están de su lado que empiecen a ordenar las provisiones. Preparan un gran campamento al lado del lago. Hacen una pila con las provisiones y tras alimentarse de nuevo y reponer fuerzas se ponen en marcha.

 Ya es de noche pero, rebuscando entre las provisiones han encontrado varias gafas de visión nocturna. Cogen dos gafas, sus armas y se disponen a partir cuando Cato, que es claramente el líder, les para y les avisa.

-Si encontráis al chico amoroso no le matéis, nos llevará hasta la estúpida de su Distrito.

Todos asienten. Dejan a uno vigilando con varias armas y se internan en el bosque. No han andado ni un kilómetro cuando se encuentran con alguien tirado en el suelo. El cara de pan yace tirado boca arriba en el suelo, lleno de moratones y con sangre en la cara. Cato ordena que le despierten y le den agua. El cara de pan se despierta y casi muere de un infarto al ver a Cato.

-¿Me vas a matar?- pregunta casi con lágrimas en los ojos.

Los profesionales ríen con ganas, sí que es tonto este chico. Y Cato... Me ha decepcionado, habíamos hecho un trato...

-Eh, no hace falta que disimules.- le tranquiliza Cato.- Te han visto en los entrenamientos, eres fuerte. – Todos asienten- Ya es hora de que dejes bien alto a tu distrito por una vez.

-Te recuerdo que ya una vez tuvimos ganador- le interrumpe Peeta. Quizá tenga más agallas de las que me esperaba.

-De acuerdo, no vamos a entrar en detalles, te presento a mi equipo – Cato señala a todos los que le acompañan – quiero decir, a nuestro equipo- le tiende la mano para que se levante y le dedica una sonrisa de complicidad.

Así que Cato si siguió mis instrucciones, tal y como le indiqué. Bien hecho. Y resulta que no es ningún tonto ese del distrito 12.

El cara de pan procesa la información con rapidez pero algún pensamiento cruza su mente porque frunce el ceño, pensativo. A saber qué diablos tendrá este lunático en la cabeza. Finalmente se ponen de nuevo en marcha. Mi pantalla central se centra en los profesionales mientras que la que está a mi derecha muestra las imágenes que ve el resto de Panem. Y ahora están viendo cómo la rebelde se duerme subida a un árbol. Las siguientes imágenes muestran a mis chicos y cómo acechan a alguna idiota a la que se le ha ocurrido encender un fuego. ¡Espera! Está al lado de la rebelde. No me lo puedo creer van a estar al lado de ella y ni siquiera lo saben.

martes, 26 de junio de 2012

Mil dsculpas

Hola a todos los lectores y lectoras de este blog, una vez más estoy aquí para pedir disculpas en la tardanza de la publicación. Tenemos ya varios capítulos terminados, el problema es que andamos muy liadas y no hemos podido revisarlos y ya sabéis que en las historias que se escriben en conjunto debemos estar de acuerdo. Al fin esta semana pinta más fácil y os atiborraremos de capítulos hasta que nos tengáis que pedir un descanso.
Muchas gracias a tod@s por vuestra paciencia, que se verá muy bien compensada.

miércoles, 13 de junio de 2012

Capítulo 9

Preparaciones

Salgo de mi habitación con un humor inmejorable. En una horas empezarán los Juegos del Hambre y hay muchas cosas que preparar y hacer. Lo primero que tengo en mi agenda es una cita con los Vigilantes en la Sala de Control. Me dirijo con rapidez por los pasillos de mi mansión hasta el pasadizo que lleva a la Sala. Hay 20 pasadizos distintos que llevan a distintos sitios de Panem. Este en concreto se hizo hace un par de años, cuando me cansé de ir en coche oficial hasta la casa de al lado. Entro accionando la manivela y me siento en el transbordador. El cinturón se abrocha automáticamente y las luces iluminan los raíles y el camino. Cinco minutos después ya estoy sentado en mi sillón en mi zona de control de la Sala. Estoy suspendido a cinco metros de los operarios que ultiman los preparativos de la arena. El suelo es de cristal tintado , de modo que yo veo lo que sucede pero nadie me ve a mí.
Seneca entra sin llamar, seguido del resto de Vigilantes.
-Señores.- saludo.
No me gusta que entren sin llamar pero hoy estoy de buen humor de modo que no digo nada. Se colocan alrededor mío con Seneca y Plutarch en el medio.
-¿Todo preparado?- pregunto.
Guardan silencio, dejando que sea Seneca, su portavoz, quien me explique como va a ser el baño de sangre de este año.
-Casi, señor. Este año la arena tiene varios escenarios.- se acerca a la pantalla holográfica que tengo enfrente y teclea varios códigos. Al instante aparece ante mí el escenario de la muerte.- Aquí, señor, está la explanada de la Cornucopia, el bosque, el lago y hemos añadido un campo de trigo a última hora.- Me señala en el mapa holográfico los lugares mientras los nombra. Los amplia y deja que los vea con detenimiento.
Bien, este año hay lugares para esconderse, lo que dará más emoción a la caza. Sin embargo hay algo que me preocupa.
-Fortificad bien la seguridad en los bordes de la arena. No quiero ver cómo los del 12 lo usan a su favor otro año.- digo mirando significativamente al que entonces fue el responsable de los juegos, relegado ahora a un puesto menor.
Seneca asiente y me dejan solo. Sigue preocupándome la posibilidad de que Haymitch, en alguna de sus borracheras, se lo haya mencionado, así que miro el tiempo que me queda (más de dos horas para la retransmisión) y ordeno que me traigan todas las cintas del Distrito 12. Una a una las visiono a cámara rápida y no tardo en encontrar algo interesante. Es justo después del desfile. Las cámaras captan cómo el chico, el pan de pita de las narices, sube al tejado. Al principio se sienta casi en el borde, observando la ciudad, pero no tarda en romper a llorar. Pese a que no puedo oír nada por culpa del dichoso viento estoy seguro de que sus berridos son espeluznantes. No hay nada que me moleste más que ver a un muchacho tan débil. Creo que eso es lo mejor de los juegos, que limpian a los débiles de las calles de Panem.
He de reconocer que prefiero una sociedad de sumisos fuertes, pero sumisos. Los débiles son una carga para la sociedad, que se ve obligada a retrasarse por culpa de estos inútiles. Aquí, en el Capitolio, viven los fuertes, aunque idiotas. Es la única población que acata todo sin rechistar. Aún así son lo mejor de Panem, nunca se quejan, no tienen motivo, su sumisión es pagada con la vida de lujos que llevan.
Vuelvo a la pantalla. Ahora se ha puesto de pie, las lágrimas siguen cayendo por sus mejillas a borbotones, pero ni se inmuta. Entre un parpadeo y otro se ha puesto a correr hacia el borde y cuando ya no le queda más, salta. El campo de fuerza que rodea el edificio le devuelve con fuerza hacia el tejado y se golpea contra el suelo. Se queda inmóvil unos instantes hasta que, poco a poco, se va sentando. Cinna debió de oír el golpe porque aparece en ese momento y corre a su lado con preocupación. Menudo imbécil, intentar suicidarse... como si no lo hubieran intentado otros muchos tributos sin conseguirlo. El que más cerca estuvo se intentó cortar las venas con tan mal pulso que sólo se hizo una rajita. Siguen hablando un rato más hasta que finalmente Cinna le ayuda a bajar de nuevo a su piso.
-Recuerda mis palabras.- dice el estilista a modo de despedida.
Interesante. Ojalá supiera de qué hablaron. Sigo pasando las cintas, incluso establezco mi propio record de visionado, a minuto por cinta. Hasta que llego a la última, la de ayer. El día es más que aburrido pero por la noche hay más tejado. Chico, como te hayas vuelto a lanzar contra el campo de fuerza, te mato en la Cornucopia y adiós amantes trágicos a la primera. Pero no, no ha hecho de nuevo esa estupidez, ahora está sentado mirando los festejos de la gente. La rebelde no tarda en aparecer en escena y se acerca a hablar con él. No si al final hasta se creerá el rollo de que el chaval está enamorado y todo. Parecen discrepar porque ella vuelve a su habitación. El llorón permanece un rato más hasta que vuelve a su habitación.
Perfecto, tengo lo que quería. Todo ese numerito de los amantes trágicos va a ser un bombazo en la arena, sobre todo cuando uno de los dos se vuelva loco y mate al otro.
Y ahí esta Cato, tal y como acordamos, se acerca al chico solitario en el tejado y pone en marcha el plan. Según he visto en otras cintas ya están todas las piezas en juego y solo faltaba una: el chico del pan, que ahora ya está en el ajo.
Bien, ya sólo queda media hora para que empiecen los mejores juegos del hambre desde el último Vasallaje.


Katniss Everdeen, prepárate para lo que te espera.












lunes, 11 de junio de 2012

Capítulo 8

Las entrevistas



Me levanto de buen humor y me dirijo a la sala de cámaras. Pido que me lleven allí el desayuno. Me he despertado un poco tarde pero para eso están los que me sirven, para avisarme si pasa algo interesante.
- ¿Novedades?
- No señor, pero quizá le interese esto. - me pasa una cinta del desayuno de los del distrito 12.
-¿ Por qué no me sorprende? Parece que este año los del 12 van a dar que hablar.
"Pero me encargaré que sea después de muertos" digo para mí. Meto la cinta en el reproductor y pido que me dejen solo con el desayuno y el televisor. Me gusta demasiado ver sus ridículos como para que los ineptos que me sirven me lo estropeen con sus idioteces. Están todos menos el cara de pan desayunando. La muchacha parece disfrutar de las comidas de aquí porque ya se le notan los kilos que ha cogido. Effie y Haymitch parecen algo nerviosos y guardan silencio mientras la glotona se zampa media fuente de estofado ella sola. Al menos usa los cubiertos no como los del año pasado que acabaron comiendo como cerdos.
-Bueno ¿que está pasando? Hoy nos preparáis para las entrevistas, ¿no?- pregunta.
Has tardado en darte cuenta, no eres muy buena con las relaciones personales ¿eh, estúpida? Acaba de decir algo Haymitch y ella ha vuelto a hablar pero no lo he oído. Lo que sí oigo es como Haymitch le dice que ha habido un cambio de planes. Cuando ella pregunta cuál, hasta Effie para de comer y desvía la mirada.
- Peeta nos ha pedido que lo entrenemos por separado.- dice con toda la naturalidad posible el borracho que tienen por mentor.
Jajajajajaja, no me lo puedo creer. Ahora ese chico me empieza a caer bien. Nos tenía engañados a todos, astuto, si señor. No me lo esperaba, quería acercarse a ella, saber sus secretos y el último día: puñalada trapera. Me encanta. Lo mejor es la cara de estúpida que se le ha quedado. Se me está ocurriendo algo. Paro el vídeo, cojo una pluma y un papel y escribo una nota que le entrego a uno de los Vigilantes.
- Entrégasela a Cato - se va - ¡Eh! Sin levantar sospechas, usa el ascensor, así no quedará constancia.

Definitivamente soy un genio. Ahora sólo queda saber cómo va a usar Cato esto. Cambio de monitor y veo al Vigilante entrar en el ascensor, poco después sale Cato con una sonrisa. Bien, todo va en marcha. Quedan aún unas horas hasta las entrevistas así que decido salir a mi jardín y relajarme un rato. Paso por el saloncito donde mi nieta hace sus tareas con su tutor sin apenas ser visto, no quiero escuchar sus quejidos, y continúo mi camino. El dulce olor de mis rosas me saluda y lo sigo hasta el corto pasillo que me lleva directo a la gran cristalera que abro y entro. Una oleada de olores conocidos me recibe con fuerza, como a un viejo amigo. Cierro con rapidez la puerta para que no se escape ni una voluta de esencia y me pongo manos a la obra. Este lugar es el único en el que no hay sirvientes, aquí sólo entro yo. Cojo mis "herramientas" y me acerco al primer grupo de rosas, las azules. Ah, qué color más perfecto el azul. Mandé expresamente que manipularan genéticamente un rosal rojo para producir un esqueje de estas preciosidades. Además tienen un olor especial, distinto y salvaje, que marea a algunos pero a mí me encanta.

Me cuido mucho de no tocarlas, una de las mutaciones que se le hicieron fue añadirles veneno de rastreavíspula concentrado, si alguien las toca las alucinaciones le harán sacarse los ojos y creer que es un pájaro. Corto los esquejes más débiles y quito algunas malas hierbas hasta llegar al orgullo de mi jardín, la razón por la que mi hijo ya no está aquí. Pero eso es otra historia y la aparto de mi mente. Justo frente a la puerta pero bien escondidas y flanqueadas están mis rosas blancas. Oh, señor, si hay algo de lo que estoy bien orgulloso es de estas preciosidades. Las cuido yo mismo con esmero y puede que sean los únicos seres vivos a los que de verdad tengo aprecio. Son las últimas a las que acicalo porque lo hago sin prisas, me gusta tomarme mi tiempo con ellas, como un amante en la espalda de su amada, me entretengo en los detalles, las acaricio y susurro con cariño. Un golpe me saca de mi ensoñación. Plutarch está en la puerta y me indica que debo prepararme para las entrevistas. Sonrío, su cara es un reflejo del pánico que tiene a interrumpirme en el jardín, hace bien en temerme. Salgo con una silenciosa despedida a "mis niñas" y un creciente nerviosismo.

Vuelvo a la sala de vigilancia y me siento frente a los monitores con una bandeja llena de estofado. La gala de las entrevistas es en directo de modo que si algo sale mal todo Panem lo verá. Todo el Capitolio está en las calles, frente a las gigantescas pantallas que se han colocado para que lo puedan ver en un ambiente festivo. Los pocos que están dentro del anfiteatro han sido seleccionados en una más que reñida competición y llevan más de tres horas dentro viendo en exclusiva los preparatorios. Todo está listo el espectáculo va a empezar.

Caesar Flickerman sale al escenario con un arrojo impresionante para su edad. Lleva más de cuarenta operaciones estéticas que le hacen parecer igual que hace cuarenta y tres años, cuando empezó como presentador. Cuenta varios chistes y pullas que hacen que el auditorio enloquezca antes de que entre el primer tributo. Primero sube la chica del 1 seguida del chico de su mismo distrito. Ella intenta ser irresistible mientras que él hace lo que todos: hacerse el duro. Como si le fuera a servir de algo. Ahí va la del 2 y tras ella Cato.

-Bueno, Cato, cuéntame cómo has encontrado nuestras instalaciones de entrenamiento.- pregunta Caesar cuando se sientan en los sillones.
Cato parece estar en su salsa.
-Pues bastante cortas de material. En casa ya había aprendido a usar todas las armas cuando tenía seis años. Aunque he de reconocer que estaba bien organizado.- dice con una media sonrisa.
Eso es chico, hazte el fuerte. Caesar ríe ante sus palabras y la audiencia con él.
-Ya se ve que estamos ante todo un luchador.- las palabras de Caesar se ven apoyadas por el público.- Y seguro que también un rompecorazones.
La audiencia le apoya pero por un instante veo una sombra de duda en su rostro. Otro enamorado no, tú no.
-Nunca me lo habían dicho, pero ahora que lo pienso, sí que he roto varios corazones.- afirma con una sonrisa seductora.
Las preguntas de Caesar se centran en cuántas chicas han caído en sus redes y cosas del estilo. Este hombre siempre tiene ases en la manga. El pitido suena cuando terminan sus tres minutos y Cato sale del escenario. El resto de tributos son aburridos, ninguno tiene mucha experiencia, ni siquiera los profesionales, y los que la tienen la usan a su favor intentando parecer los más fuertes. La pequeña del 11 es la que más ternura evoca al público, incluso Caesar parece cogerla cariño en esos tres minutos. Finalmente llega la rebelde.
Lleva un vestido de piedras de colores que reflejan la luz. Vista así incluso parece guapa, pero no lo es, no es más que una estúpida enclenque. Se sienta junto a Caesar y comienzan las preguntas. Parece algo desorientada y tarda en responder a la primera pregunta de Caesar: "¿Qué es lo que más te ha impresionado desde que estás aquí?"
-El estofado de cerdo.- responde.
Estúpida, con sus respuestas de niña buena y tonta se está metiendo a la audiencia en el bolsillo. Caesar le sigue el juego y todo va "sobre ruedas", incluso la muy idiota da vueltas para que vean su vestido hacer parecer que está en llamas. Genial, ahora sí que es la Chica en Llamas. Pero yo me encargaré de destrozar ese fuego en la arena. Es cuando Caesar le pregunta por su hermana cuando todo se vuelve interesante, su punto débil sale a la luz, su hermana.
-Se llama Prim, sólo tiene doce años y la amo más que a nada en el mundo.
Ha dejado a todo el mundo mudo. Mierda, para el público su mayor debilidad es lo único que la hace humana y memorable. Cuando dice que le juró a su hermana que ganaría por ella casi puedo oír cómo se paran los corazones de todo Panem. Mierda. Su tiempo se acaba y sube su compañerito. Bueno al menos él no hará mucho daño. En cuanto empieza la entrevista Caesar y él bromean sobre las duchas, sobre quien huele mejor... hasta que el presentador saca su tema estrella: las chicas.
-Bueno, Peeta, dime: ¿hay alguna chica especial esperándote en casa?
Peeta, así se llama, como si quisiera hacerse el gracioso, vacila y niega con la cabeza no demasiado convencido. Eso le da alas a Caesar.
-¿Un chico guapo como tu? Tiene que haber una chica especial. Venga, ¿cómo se llama?
El aludido respira hondo antes de responder. Esto se va a poner interesante, otra puñalada trapera para la rebelde.
-Bueno, hay una chica- responde finalmente con un suspiro.-Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha.
El auditorio le da la razón, comprendiendo al chico por su amor no correspondido. Tonterías y sensiblerías.
-¿Tiene a otro?- pregunta con interés Caesar.
-No lo sé, aunque les gusta a muchos chicos.
-Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte, ¿eh?
Los ánimos de Caesar y el público no parecen funcionar en el muchacho, que sigue algo triste.
-Creo que no funcionará. Ganar... no ayudará, en mi caso.
No, por favor, dime que no...
-¿Por qué no?
No lo digas, no lo digas... No es verdad...
-Porque...Porque... ella está aquí conmigo.
Lo ha hecho ¡NO! ¿Pero por qué? Todo iba bien y ahora vas tú, estúpido cara de pan y la haces inolvidable, ahora la estúpida rebelde es deseada por medio Capitolio y eso me va a hacer difícil matarla. Miro de nuevo las cámaras pero no les encuentro a ninguno de los dos, están en el ascensor. Como estén dándose arrumacos los mato a los dos ahora mismo. No, ahí están, cada uno en un ascensor distinto. Salen y ella se abalanza sobre él y le empuja con enfado. Le reclama que primero decida entrenar por separado y luego diga que esta enamorado de ella. Vaya, parece que todo ha salido mal en la cabeza de la señorita, eso, que sufra. Les tiene que separar su equipo y empiezan de nuevo a discutir a gritos, al parecer todo ha sido idea de Haymitch, como no, y Cinna le acolita. Ya sabía que no podía ser cosa del cara de pan, me pregunto cuando le dijo nada Haymitch. Apago el monitor y me reclino en la silla. Buscaré la manera de mataros a los dos y haceros pagar por esto. Lo juro.
En medio de mis pensamientos Cato irrumpe a gritos.
- ¿Y después de esto espera que cumpla... ?
- Callate idiota y no digas nada de lo que re puedas arrepentir - le callo y digo a Todo el mundo que nos dejen solos.
- Esto es inconcebible, no pienso hacerlo, no después de esto, nos ha engañado como a idiotas...
- No seas insolente, el plan sigue según lo previsto. ¿Recibiste mi nota?
- Si, por supuesto.
- Entonces ya sabes qué hacer.
- Pero...
- No hay peros que valgan, o lo haces o atente a las consecuencias.
-Genial - dice y se larga con un portazo.